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Razones para amar a Leonor Watling

En ciertas ocasiones es estúpido tratar de ser objetivo, o riguroso, o fríamente analítico, o periodísticamente correcto. Por eso, horas después de ver Inconscientes, no estoy dispuesto a emitir ningún juicio de valor fruto de una concienzuda reflexión desgranatoria de los pasajes más intrincados de una película que no pasa de ser... un film entretenido (eso sí, con algunos destellos muy graciosos). Lo que pretendo en estas líneas es más hermoso, y tiene que ver con cierta ilusión romántica y con cierta alma concupiscente, tiene que ver con Becker pero también con Baricco, Kundera o Valdés.
Más que cualquier otra cosa, se trata de una confesión que hace quien vive ensimismado con un rostro. Esto hay que entenderlo bien: "...ensimismado con un rostro". No con una sonrisa evidentemente bella, ni con esa mirada juguetona que oculta su travesura bajo un velo de inocente y cristalina puerilidad. Tampoco juzgo en exclusiva aquel gesto que estremece... con los ojos mirando curiosos y los comestibles labios entreabiertos, esperando el devenir de un algo que quizás sea un silencio, quizás una respuesta, quizás un pensamiento...
No, no es esto. Es todo ello hecho obra de arte. Todas estas cosas como elementos que constituyen una nueva existencia. Una nueva existencia que es su rostro. Y un rostro que embelesa.
Todo ello me impide expresar otra cosa que no sea mi más romántica predilección y mi más sincero favoritismo.
Sabed pues, que lo que mis ojos ven en relación a Leonor Watling es siempre placentero y por ello son mal jurado para los juicios que nos ocupan. Lo mismo sucede con el disco de Marlango: Emerge de los compases de un blues contemporáneo, una voz soul caracterizada por la dulzura, la sensualidad y la fuerza. Un disco que sin grandes alardes musicales cumple con las exigencias técnicas del estilo (desafortunadamente poco cultivado en España y en español) y me envuelve y me abstrae hasta aletargarme con una facilidad insolente.
Hecha esta advertencia sobre mi objetividad, os recomiendo encarecidamente que os dejeis enamorar por L.Watling... Quién fuera poeta de tan espléndida musa.

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